Ando ahora inadaptado
a tu forma de ver la vida,
a conformarme con lo que tengo,
a ser otro entre los otros.
Inadaptado a las miradas
que rigen al mundo y sus secuaces;
que penetran en los salones de clases,
que uniforman tus pensamientos,
que mercantilizan tus sueños.
Inadaptado al ambiente
que se respira en la ciudad;
que hiela los huesos y la conciencia
de sus habitantes
que desconocen su rumbo,
al caminar sigilosos,
entre sombras de calles.
Inadaptado a la gente
que se dirige a la oficina
como robots elegantes;
programados para repetir
la misma faena taurina
de ver cortar orejas
y aniquilar toros.
Inadaptado al noticiero
que amarga mi medio día,
al mostrarme heridas
a muerte...
por mordiscos de serpientes
y perros rabiosos:
que inyectan su veneno
y carcomen mi mente.
Inadaptado a adaptarme
a una vida miserable,
y a un grupo de gente amable
que me enseña sus dientes...
y que busca devorarme
si voy contracorriente.
Tal vez me adapte mañana
a seguir inadaptado,
y a dejar que mis sueños
se alejen de mi lado
para siempre.
Cipriano